
Cuando digo que el destino a veces te busca es porque André, entonces en la Barceloneta, debía haber hecho el curso la semana anterior en Barcelona. Se despistó y gracias a ello tuve la oportunidad de conocerle. Enseguida observé que sabía mucho de waterpolo y para mi fortuna, era brasileño. Perfecto, me podría dar una opinión de primera mano sobre mi posible jugador. Pero en vez de ello, solamente me hablaba de otro brasileño que acababa de llegar a Barcelona en busca de una oportunidad. Me decía que era un jugador joven, por hacer, pero con mucho futuro si se le sabía trabajar. Además me reiteró que se trataba de un chaval muy humilde que hacía un tiempo que había perdido a su madre y por ello si me decidia por él, que lo cuidase mucho. Dani Sullá y Dani García, dos buenos amigos y con muchas tablas en esto del waterpolo, no dudaron en aconsejarmelo cuando les pedí referencias del brasileño. Ese brasileño en cuestión era Rudá Franco.
Bueno, bonito y barato. ¿Cuántas veces habremos escuchado esa monserga sin llegar a creernóslo del todo? Pues con Rudá esa frase se queda corta porque el dichoso brasileño era muy bueno, muy bonito, y cuando digo bonito, digo bonito por dentro, de corazón. Y barato, muy barato.
Rudá es el jugador que todo entrenador desea tener en su equipo. Es un lider, trabajador, puntual, disciplinado, educado, sin una mala palabra para nadie, honesto, simpático, alegre. Y sobre todo, humilde, esa palabra que causa terror en muchos jugadores que viven endiosados sin ningún sentido. Aún siendo quizás el jugador más determinante de nuestro equipo en dos años, no hubo ni un solo día que el brasileño no pusiese dos corcheras y recogiese los balones después de cada entrenamiento. Y lo mejor de todo es que disfrutaba haciéndolo.

Antes del verano, dos días después de la designación de Rio de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016, Rudá hecho un flan me dijo que se volvía a Brasil. Era consciente del pacto que hicimos en su día. Además nuestra relación era buenisíma. Es incontable la cantidad de buenas horas de charlas que nos hemos dado el uno al otro. Tenía y tiene, miedo a perderse esos juegos en su casa. ¿Qué le podía decir? Llegar a disputar una Olimpiada está al alcance de muy pocos elegidos y que encima sea en tu casa, no tiene precio. No tenía opción, desde Brasil las consignas eran claras. Además le pagan la universidad privada y tiene una beca como se merece. Me alegro mucho por él aún a sabiendas que perdí algo más que un grandísimo jugador.
A Rudá le tengo que dar las gracias por tres motivos. El primero y por partida doble, por confiar en nuestro proyecto en el Turia, y por ser hombre de palabra. Días antes de su primera llegada a Valencia, Rudá perdió también a su padre. Lo más normal hubiese sido no venir, pero lo hizo. El segundo motivo es por no guardarse nada para él, tanto deportiva como humanamente. Nos dió todo lo que tenía dentro. Nos dió amor y cariño. Y la tercera y última, le tengo que dar las gracias por haberme hecho disfrutar tanto como entrenador.
Eso si, Rudá, me debes una ..... tienes que volver a darme la oportunidad de volver a entrenarte. Lo sabes.
Un abrazo grande de corazón y mil millones de sonrisas.
Pd: Os recomiendo no apostarse nada con Rudá en un pulso chino (pulso del pulgar). Es imposible ganarle.
Habría que oir a Rudá... Seguro que él también tiene mucho que agradecerte a tí.
ResponderEliminarQue bueno es hablar bien de alguien y reconocerle su trabajo y su labor...Por desgracia en esta sociedad se nos da mejor dar coces que palmaditas en el hombro...A ver si poco a poco vamos cambiando nuestra mentalidad y vamos aprendiendo de gente como tú. Grande Rubén, grande.
ResponderEliminar