viernes, 13 de enero de 2012

Antonio Moya y Simón Bueno. Dos fuera de serie.

    Desde que empecé a entrenar hace ya diez años en Valencia (primero con el Aguas, pasando por el Maybe hasta llegar al Turia) cogiendo a un grupo maravilloso de benjamines de ocho y nueve años, lo primero que tuve claro es que mi mayor responsabilidad era formarlos como personas e intentar transmitirles una serie de valores que seguramente les serviría en un futuro. O al menos esa era mi intención. El aspecto deportivo aunque siempre importante tenía que estar en un segundo plano. Sabia que si el primero funcionaba, el segundo sería fácil de conseguir. Soñaba que cuando ellos se hicieran grandes, independientes y sobre todo, ya no jugaran a waterpolo o no estuviesen en mi equipo, alguna vez se acordasen de mi y ojalá fuese por algo bueno. Que sintiesen que les aporté algo positivo a sus vidas a nivel humano. Este aspecto es el que he tenido muy claro toda mi vida como entrenador, especialmente cuando tienes delante a niños tan jóvenes que te dan absolutamente todo y no se guardan nada para ellos. Así que en estos diez años llevando y dirigiendo equipos en Valencia lo único que de verdad me ha importado es la persona que se encuentra debajo del jugador. Y sinceramente, creo que lo he conseguido. Nunca hablo de los jugadores que tengo actualmente ya que ya se sabe, que si dicen algo malo, les cortas la cabeza y no juegan, jeje. Digo que lo he conseguido porque siempre me baso en aquellos jugadores que por x circunstancias ya no siguen conmigo. Con absolutamente todos ellos sigo teniendo una gran relación y, por desgracia para mi, ya son bastantes en estos diez años los que han pasado por el equipo. Mis ex-jugadores me siguen llamando, enviándome mensajes, etc, y siempre de manera muy cariñosa y afectiva. No tendrían porque hacerlo de ningún modo, pero eso significa que en algo les marqué. Y eso me gusta. Lamentablemente no puedo negar que echo de menos a todos mis ex-jugadores, demasiado.


Aquellos maravillosos años.


  Antonio Moya siempre fue mi ojito derecho, no voy a disimularlo. Nunca tuve ninguna distinción especial hacía él que no tuviese también con los demás jugadores. Eso nunca me lo permitiría. Ni siquiera él diría que era mi favorito. Simplemente es que yo de pequeño era como él en muchos aspectos y eso me hacía regresar al pasado y me hacía tremendamente feliz. Esto era así tanto a nivel personal como deportivo, ya que como así se ha confirmado a lo largo de los años, su juego es casi calcado al mío, jeje. Antonio al principio era un llorón y su acento era medio "agitanado". Apenas tenía nueve años cuando se sumó a nuestro equipo. Era un chico muy divertido pero muy sensible a la vez. Activo y listo, muy listo. Recuerdo como si fuera ayer, el primer viernes de aquella temporada juntos (2002-03). Apenas era el quinto entrenamiento y tocaba nadar, jeje. Yo tenía tres calles. Una para los rápidos. Otra para los lentos (cuando digo rápidos y lentos, lo digo de verdad. Eran como dos grupos de jugadores totalmente opuestos entre ellos), y otra para los que no eran ni una cosa ni otra, así que eligieron no nadar nada, es decir, ser porteros). Antonio me preguntó si podía hablar conmigo y me dijo "Rubén, mi padre me ha dicho que me pongas en la calle lenta porque en la rápida me canso mucho y no puedo respirar bien". Yo con mi sutileza habitual le dije cariñosamente "¡Déjate de hostias y a la rápida!". Después de eso, Antonio probó la táctica del lloro tipo cataratas del Niágara con las cuales imagino que pretendía conquistarme a la que yo, ya consternado de tanta ternura infantil, le solté un tierno "¡Y ahora vas a ir el primero y pobre como te adelante Simón! (el máquina del equipo)". Dicho y hecho. Ese día me gané a Antonio y él ya me conquistó a mi para siempre.
Antonio es un ganador con una ambición por mejorar cada día fuera de lo común. Jugador con un desparpajo y una alegría contagiosa. Para desgracia para nosotros y para mi en particular, Antonio tuvo que regresar a Málaga (origen de su familia) hace ya más de cuatro años por motivos familiares. La parte positiva es que sigue jugando a día de hoy con el Waterpolo Málaga.

  Con Simón Bueno encontré nada más empezar al lider que necesitaba el equipo. Aparte de ser el mejor en aquellos momentos representaba (y así hasta el último de sus dís con nosotros) el estereotipo del jugador perfecto. Perfecto en todos los sentidos. Trabajador, educado, disciplinado, honesto, humilde, etc. Creo y estoy seguro de ello que es el jugador que menos broncas le he podido echar en mi vida. Dos o tres como mucho. No recuerdo ver fallar a Simón en ningún partido. Además se reconvirtió a si mismo pasando de ser un 4/5 con un chut tremendo a un defensor de boya magistral. Tenerlo a él me permitía hacer un juego muy rápido y sin fisuras. No puedo negar que le pongo como ejemplo de buen jugador tanto a mis chicos del B como a los del C. En mi opinión a Simón para haber sido la "leche" como jugador sólo le faltó un poco más de cuerpo y envergadura y que no le gustase tantísimo estudiar (al menos será un gran doctor, jeje). Simón por desgracia al empezar la universidad se marchó a vivir a Castellón y eso no le permitía compaginar como a él le hubiese gustado el waterpolo de nivel y los estudios. Aún así cuando sus obligaciones académicas se lo permiten, se permite el lujo de seguir haciendo su deporte en el Waterpolo Castelló.

En blanco y negro la foto impacta más, jeje. Ojo al número 12 de la foto de arriba, jaja.


  Con Antonio sigo hablando cada mes por teléfono y disfruto mucho con nuestras conversaciones y cotilleos del waterpolo. Con Simón lo hago a través sobre todo del "fbuk", en el cual descubrí el otro día que también tiene un blog y, cual fue mi sorpresa  cuando leí esto


Me hizo mucha gracia porque en esa entrada que me dedica, valora mi aspecto humano y que en algún momento de su vida, fui importante para él. ¡Muchas gracias, Simón! En dicha entrada según él, descubre mi "gran" secreto, jeje.

  Un buen amigo mío chileno con el que coincidí en mi segundo año en Poble Nou (Beto), poco antes de marcharse de vuelta a Chile, me dijo "¿Sabes lo que me gusta de ti? Que todos tus amigos son muy buenas personas. Y eso Rubén, habla muy bien de ti".

  Más allá de los resultados o de los logros que se puedan llegar a conseguir, que te hagan saber que has significado algo especial en la vida de tus jugadores, no tiene precio.
  Gracias a jugadores como Antonio y Simón, aún me sigo dedicando a este deporte tan duro pero maravilloso a la vez, llamado waterpolo. ¡Sois grandes chicos!

Pd I; Con Simón, Antonio y una decena más de jugadores tuve el honor de entrenarles desde bien pequeñitos y además, de poder jugar con ellos en mi último año como jugador. Y señores, fue un auténtico placer.

Pd II; A lo largo de mi vida he tenido bastantes entrenadores, algunos incluso muy buenos. De todos ellos me quedo sin discusión con Tomás y Suso. Ellos siempre se preocuparon por lo que verdaderamente importa, la persona.  

Pd III; La máxima exigencia a nivel deportivo es la clave para llegar al éxito. Sin embargo ese aspecto nunca debe estar reñido con las buenas formas y la humanidad.

lunes, 9 de enero de 2012

Mi hijo.

  Hugo es un crack. Sencillamente, es el mejor con diferencia. Y lo es porque su mayor cualidad es que es muy buena persona. Siempre que le observo cuando juega, cuando duerme o cuando come, intento encontrar algo de mi infancia en él. Pero no hay comparación alguna. Hugo es mucho más inteligente que yo, más simpático, más guapo y sobre todo, mucho más alto de lo que era yo cuando tenía su edad, jeje. Es lo que tiene parecerse tanto a su madre, que sólo pueden salir cosas buenas.

  No es mi intención hacer una entrada de mi campeón, ya que de hacerla necesitaria como mínimo dos años sin parar de escribir lo grande que es, sino porque hay una cosa que me encanta de él y no es otra que afrontar todo lo que le rodea con una alegría innata. Todo le parece maravilloso y siempre lo acompaña con una gran sonrisa en su rostro. De hecho, en ese aspecto intento aprender cada día de él.
Lo mejor de todo es que eso que me intenta enseñar Hugo, lo muestra a primera hora de la mañana al entrar al colegio. Hugo entra y sale del colegio a lo Usain Bolt y, siempre con una alegría inmensa. Cierto que este hecho al salir del cole es lo más normal (yo también lo hacía al igual que la mayoría de los niños), pero que lo haga al entrar a clase, jaja. ¡Me encanta! Así de esta manera yo también empiezo cada día con una sonrisa en mi cara gracias a él. ¡Gracias, campeón!

  Lo que quiero transmitir con esta pequeña entrada es que hagas lo que hagas en la vida, siempre has de hacerlo con la máxima ilusión y alegría. Sólo con una pequeña sonrisa se puede llegar a conseguir grandes logros. No existen los momentos malos, sólo aquellos que ahora son más duros y complicados que antes, nada más. Y lo mejor de todo es que ver a alguien sonreír, por el motivo que sea, da vida, mucha vida.

  ¡Te quiero mucho, Hugo, muchísimo!

Pd; Una de mis labores para con mi pequeño, será que mantenga e incremente esa ilusión día a día para el completo bienestar suyo. De sobras es conocido que lamentablemente, a la par que uno va creciendo, va perdiendo ese niño interior que todos llevamos dentro y poco a poco nos vamos aburguesando en una vida menos feliz.