viernes, 8 de abril de 2011

Tomás Fernández, mi maestro.

  A lo largo de mi vida de jugador he tenido mucho entrenadores. Entrenadores de todos los perfiles. De todo ellos he aprendido mucho, tanto de lo que hay como de lo que no hay que hacer. Sea como fuere, sólo puedo sacar conclusiones tremendamente positivas de todos ellos.

  De pequeño y durante mi adolescencia, tuve la suerte de haberme criado deportivamente hablando, en la U.E.Horta. Un club con historia pero siempre con la humildad y trabajo como bandera. En él siempre me encontré grandes entrenadores, sobre todo a nivel humano. Desde Quim Canet, Antonio Peña, Carlos Plá, Suso Cabrera, hasta Tomás Fernández. De los primeros guardo sobre todo sus primeras palabras de cariño y apoyo en mis inicios, allá por el año 1986-87. De los dos últimos obtengo lo mejor que puede desear un joven jugador, especialmente del último, de Tomás.

  Para mi, Tomás representa la persona más influyente aparte de mi familia. Primero lo tuve en algunos momentos como entrenador de natación, cuando en Horta era obligatorio compaginar hasta los catorce años, la natación y el waterpolo. Luego y durante tres años, de los quince a los dieciocho pude disfrutar de él sólo en el waterpolo.

Equipo absoluto. Generación 77-78-79.

  Que importante es para una persona joven, poder encontrar a alguien que te ofrezca algo más que el simple hecho de aprender algo. Los padres son vitales para el desarrollo de la persona, pero no es menos cierto que todo adolescente necesita alguien más en su vida que le guie y le aconseje. Hoy en día, a la mayoría de entrenadores sólo les importa la victoria y la manera de conseguirla. Se olvidan de los valores y las formas. Se olvidan de la formación de la persona. Por suerte para mi, en Tomás encontré mi guía tanto a nivel deportivo como personal. Tomás tenía entre sus muchas virtudes, dos por encima de todas. Una, que siempre te preguntaba miles de cosas para intentar conocer mejor al jugador y a la persona. La otra, es que siempre te escuchaba con una atención increíble. Le encantaba esos momentos con el jugador.

  Como entrenador era (digo era porque ya está retirado de este mundo, por desgracia) duro, muy duro. Siempre con la exigencia máxima. Era muy contundente y claro con sus jugadores. Nunca engañó a nadie. No como aquellos entrenadores que te dicen "sigue entrenando duro y ya verás como juegas" o cosas por el estilo, y que al final te sientes amargado porque ni juegas ni te sientes motivado. Él en el sentido deportivo, nunca te decía lo que uno quería oír, si no lo que realmente pensaba. Te exigía y te daba siempre muchas oportunidades. Luego era el jugador el que decidía cogerlas o desaprovecharlas. Pero oportunidades, siempre las dio. Luego, tenía una característica única. Al jugador joven que se dejara la vida entrenando, lo metía de golpe con el primer equipo a jugar. Y digo a jugar, no a meterle unos segundos, si no a jugar casi todo el partido.

Sus grandes consejos seguirán siendo escuchados.

  Tomás era (como yo) un asiduo de las charlas casi diarias a sus jugadores. Sé que a algunos de los entonces mis compañeros, como les pasa a algunos de mis jugadores, esas charlas podrían ser pesadas. Pues a mi me encantaban. Eran como esa siesta de verano después de ir a la playa por la mañana, que si no las haces, no eres persona por la tarde. Es más, yo siempre que podía, si el entrenamiento empezaba a las 20h, yo aparecía por la piscina alrededor de las 19h sólo para poder hablar con él de lo que fuese, porque lo mejor de todo era que hasta la hora de comienzo del entreno, menos de waterpolo, hablábamos de todo. Una pasada.

  Lo que más me gustaba es que siempre diferenciamos la relación que teníamos fuera y dentro del agua. Recuerdo un día, que entre las muchas lecciones que siempre me dio, la de mi último año en Horta. Yo aquel año fui el máximo goleador de Primera División y por entonces, llevaba una serie de partidos con una racha increíble de cuatro, cinco y hasta seis goles por partido. Me sentía el amo y pensaba que el equipo ganaba gracias a mi (yo no lo decía pero Tomás veía que yo estaba perdiendo la humildad, tan importante para trabajar en un equipo), así que el viernes antes de jugar contra el Hospitalet, el segundo mejor equipo de la liga por entonces, llegué al entrenamiento un minuto tarde, no dos, si no un minuto tarde. Tomás me preguntó el por qué de mi retraso y yo que no había tenido un buen día, le corté con un "cosas mías". En ese entrenamiento en el habitual hombre de más/menos me puso en el equipo de los teóricos titulares. Todo iba correcto por el momento. El sábado empezó el partido y con enorme sorpresa para mi, no empecé de titular. Pensé "es normal, Rubén, muy creído lo tienes y además llegas tarde y contestas mal. Olvídalo y enseguida vas al agua". Durante todo el partido fuimos por detrás, uno o dos goles y los minutos iban pasando. Yo me decía a mi mismo que tarde o temprano me tendría que sacar por narices. Y así lo pensé hasta que acabó el partido con empate a 11 y no había jugado ni un segundo. En toda mi vida, nunca me había pasado ni me pasó luego eso. Después de la charla en grupo, me acerqué a él y le pregunté el por qué de no jugar. Tomás me contestó que en la vida no todo es entrenar y jugar muy bien. Había que aprender y pulir unos valores de compromiso, humildad y compañerísmo, que eran imprescindibles para nuestro futuro. Ah, y que un equipo por muy bueno que sea uno, nadie es imprescindible. Gran lección me diste. ¡Gracias!.

  Cierto que con Tomás, aunque siempre estuvimos peleando por los puestos de arriba, nunca conseguimos ninguna liga ni medalla en Campeonatos de España, pero no es menos cierto que siempre lo hizo con equipos muy jóvenes y apostando fuerte por ellos. Fue él quien apostó y pulió a Dani García, a Raúl García (Mefroto), a David León, a Juamba Álvarez, a Octavi Martínez, a Xavi García o a mi. Todos jugadores luego de División de Honor. Marc Hernández y Marc Comas en su año de cedidos, también pasaron por sus manos.

  Tendré en un futuro los mismos años que el Capo, 135, y siempre recordaré y diré bien alto, que gracias a Tomás, mi vida obtuvo un gran sentido en el momento oportuno, cuando yo no tenía claro el camino a seguir. Intento siempre recordar sus consejos y enseñanzas, para poder ponerlas en práctica con mis jugadores.

  ¡Gracias maestro!

PD; Por cierto, maestro, desde que no entrenas.....¡ESTÁS ABURGUESADO!

1 comentario:

  1. Saludos a Rubén, a su família y a cualquier otra persona que quiera gastar su tiempo en leer estas palabras. He dejado pasar unos días para escribir con menos influencias emocionales. Ahora, ahí va eso.
    Es sencillo, gracias por lo que has escrito, pero sobre todo por el último párrafo. El tiempo pasa y lo que quedan son las personas.
    Es cierto que nunca gané (ganamos) nada, pero ahora que como digo, ha pasado el tiempo y yo que soy de barrio, me paseo por Horta y mi gran victoria es sentir el aprecio de esos niños y niñas con los que tuve la suerte de coincidir durante 15 años (del 85 al 2000) y que, hoy ya hombres y mujeres, la mayoria con familia, todavia veo que me recuerdan.
    Me estoy haciendo madurito, je,je... y quizá sea inevitable ese aburguesamiento, pero ahora quiero el tiempo para mi familia y eso si, me he decidido a jugar en los veteranos del Horta (por cierto, hemos ganado el campeonato de Catalunya).
    También recuerdo y pido disculpas a esos/as jóvenes que quizá no recibieron suficiente atención por mi parte sea deportiva o personal. Al final, competíamos y en el camino no siempre se puede atender a todo el mundo como se merece. Que injusto pero es así.
    Una de las imágenes que me quedará siempre de ti fue en la fase final de los de España junior que se jugó en Sant Cugat. Perdimos el pase a la final contra el Terrassa, creo que en la prórroga con el gol de oro, un partido que a un par de minutos del final ganábamos 4-2. Un chavalito del Terrassa que, por lo que supe luego no había hecho un gol en todo el año, nos empató el partido. Y luego el árbitro creo que fue muy riguroso en una expulsión de Rubén Benítez, que dejó solo al boya del terrassa en dos metros. Según la situación de partido, el nivel de la expulsión no puede ser el mismo pero ese jóven árbitro no supo leer esa situación. Por cierto, ese jóven árbitro de entonces creo que te pito el otro día contra Canoe.
    Ahora me perdí recordando batallitas. Bueno la imagen de la que hablaba era la comida del grupo en Horta, todos bien tristes por supuesto, pero a ti las lágrimas te chorreaban encima de los macarrones. Sin duda, esa pasta te la comiste bien pasada.
    Para finalizar, disfruta mientras puedas. Ahora vas a todo trapo pero ya te aburguesarás tu también. Mientras, ojalá veas reconocidos todos tus méritos. Un abrazo.
    Tomás.

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