Perdonadme la osadía de publicar una entrada que sólo hable de mi. Pero la realidad es que no podía negarme a no hacerlo. Mi familia, mis amigos y la gente que sigue fielmente este blog, saben de sobra que a mi lo que me llena de vida es hablar de los demás, de sus grandes virtudes y de lo mucho que nos dan a este bello y hermoso deporte, llamado waterpolo. Además no respetaría ni el deseo (que cuelgue su entrada en este blog) ni el trabajo de un gran profesional del periodismo valenciano como Miguel Ortíz. Miguel es un periodista muy conocido en la ciudad de Valencia y cuenta con una gran experiencia profesional detrás. Miguel trabajó con nosotros tres años como jefe del gabinete de prensa del club, y difundió como nunca nuestro deporte por la ciudad. No he visto en toda mi vida a nadie en el mundo del deporte escribir mejor que él. Sus crónicas de los partidos eran poesía en movimiento. Tanto que guardo absolutamente todas las mismas en una carpeta de mi ordenador. Ojalá algún día aprenda a escribir una décima parte de lo bien que lo hace él.
Creo que la última vez que vi a Miguel fue hace casi tres años pero cuando sucedió lo que sucedió en el mes de junio pasado, la primera llamada que recibí fue la de él para saber de primera mano si aquello era real o una broma pesada, como él mismo me decía. Y ahora, meses después he recibido un e-mail suyo que me decía Te lo mereces. No voy a negar que cuando lo leí se me saltaron las lágrimas. Hay veces que es muy bueno que alguien que no sea la familia, tus mejores amigos e incluso varios de tus jugadores, te recuerde que alguna vez hiciste cosas buenas. y por qué no, también para recordarles a otros algunas cosas. Este maravilloso escrito de Miguel me ha llevado a recordar un hermoso pasado.
Miguel, muchísimas gracias de todo corazón. No te imaginas como mi familia y yo,te agradecemos enormemente esta dedicatoria. Con tu permiso me gustaría también dedicar este escrito a todos los jugadores que un día creyeron en mi y en el proyecto, porque sin su esfuerzo titánico no hubiesen existido resultados, y sin ellos, estas líneas.
Pd; Ojalá se cumpla tu profecía, jeje.
Os dejo la entrada hecha por Miguel.
UNA SALIDA MUY INJUSTA PARA EL ETERNO NUEVE.
Gran entrenador, mejor persona. Y ha salido de ‘su’ casa, de ‘su’ club por la puerta de atrás cuando tenía que haberlo hecho a hombros y por la puerta grande, como los toreros. No es otro que Rubén Darío Rodríguez Romeo, un crack que cuando se sienta en el banquillo se transforma y que tiene un corazón que no le cabe en el pecho. En la temporada 2006/2007 tuve el honor de entrar a formar parte de la familia del Club Waterpolo Valencia. Su presidente en aquel entonces, Vicente Vidallach depositó la confianza en mí para llevar el gabinete de prensa de la entidad de Nazaret.
Fue entonces cuando me percaté de donde me había metido. Tenía personajes a mi lado de la talla de los míticos Joan Jané o Salvador el ‘Chava’ Gómez, entre otros. Era como un sueño tenerlos a mi lado y, lo más importante, trabajar para ellos. Y fue en aquel entonces cuando le conocí a él, que había llegado de su tierra natal, Barcelona, cinco años antes. No era indiscutible en aquella plantilla pero nadaba como el que más tanto fuera como dentro del agua. En su gorro lucía el número nueve que estoy convencido que lo llevará grabado a fuego en su memoria.
Poquito a poco me fui adentrando en ese vestuario y haciendo migas con más de uno. Rubén era, es y será siempre un tipo cercano, está a las duras y a las maduras, era el típico jugador de club, de los que suman, de los que reman, de los que valen, de los que siempre están cuando los necesitas. Cuando Joan Jané le daba su oportunidad parecía que nadaba por encima del agua de la velocidad que cogía y como le gustaban las medias vaselinas al palo largo.
En aquella mítica campaña recuerdo que nos clasificamos para la Copa del Rey y el Atlético Barceloneta pasó por encima de un Club Waterpolo Valencia mermado por las bajas. Una de ellas, la de Rubén Darío Rodríguez, que el fin de semana anterior sufrió una agresión en la injustísima derrota contra el Terrasa y le partieron dos piezas dentales. En cuanto me vio aparecer el número nueve por la competición del ko vino directamente a saludarme, tenía la cara hecha un mapa. Son gestos que demuestran la clase de persona que tenía junto a mí.
Aquel curso deportivo acabó con el dramático descenso del Club Waterpolo Valencia por problemas económicos. Y ahí es cuando emergió más que nunca la figura de Rubén Darío Rodríguez Romeo que tomó las riendas del equipo que pasó a llamarse Club Waterpolo Turia con Ignacio Furió como máximo directivo. Rubén, pasó a ostentar el cargo de entrenador-jugador y director técnico de la entidad. En definitiva, todos los estamentos deportivos del equipo pasaban por sus manos.
Él ya me lo anunció cuando comenzó la temporada. Recuerdo sus palabras. “Miguel, vamos a luchar por la permanencia en Primera División pero será complicado, el equipo es completamente nuevo, con gente de la casa en su mayoría cadetes y juveniles, pero lo vamos a intentar hasta el último minuto”, comentaba con rotundidad. Rubén Darío Rodríguez dirigía a los suyos desde dentro del agua y desde fuera, era un auténtico espectáculo. En la campaña 2007/2008, el conjunto de Nazaret solo ganó un partido, contra el Universidad de Barcelona, “uno de los equipos con mayor talento de la Liga pero muy irregular, hoy podemos conseguir nuestra primera victoria”, decía minutos antes de iniciarse el choque.
El entrenador-jugador armó el brazo desde el arco cuando el partido agonizaba y marcó el gol de la victoria por la escuadra en el último segundo. La piscina se vino literalmente abajo. El grito de rabia, alegría y euforia de Rubén se escuchó desde su Catalunya natal.
La segunda parte de la temporada dejó de tener protagonismo en el agua cuando el vestuario era consciente que las opciones de permanencia eran mínimas o nulas, y es que las matemáticas no engañan. El míster en ese instante decidió tomar la decisión más importante de su vida a nivel deportivo y con lágrimas en los ojos me dijo “Pude haberme ido como todos los demás para seguir jugando al máximo nivel, y con 28 años y en el mejor momento para un deportista, voy a dejar de hacer lo que más me ha hecho feliz en toda mi vida, jugar a waterpolo, para dar la vida por este proyecto. Sé que pocos o nadie algún día me agradecerán esto pero da igual”. A partir de ahí empezó a ver los toros desde la barrera y comenzar a trabajar en la planificación de la siguiente temporada, en el infierno de Segunda División, la categoría de bronce del waterpolo español.
“Míster, ¿a qué aspiramos esta temporada? Vamos a intentar hacerlo bien, yendo partido a partido sin pensar en el ascenso”, me afirmaba siempre cauto y con los pies en el suelo. Desde el primer momento quedó demostrado que Rubén Darío Rodríguez Romeo formó y mentalizó a su equipo para el ascenso, fue como un avión desde el pitido inicial de la temporada y cerca de 250 personas del Club Waterpolo Turia llevamos en volandas al entrenador y a los suyos en el partido del ascenso disputado en Premià. La vuelta a la capital del Turia fue una fiesta y la noche se alargó hasta bien entrada la madrugada. Todas las miradas se centraban en él, en el eterno nueve, en el gran artífice del milagro.
Cuando nos desplazamos a Premià una de las paradas obligadas fue en Puzol para recoger a Rubén, a su mujer Tania y a su hijo Hugo, el míster quería compartir ese día con su plantilla y con sus seres más queridos, enorme, no se le escapaba nada. Al final de dicha temporada dejé el gabinete de prensa de la entidad de la capital del Turia por motivos profesionales pero siempre he estado al día de lo que ha ido pasando en el club.
Rubén consolidó y llevó el nombre del conjunto valenciano, con mayúsculas, por toda la geografía española. Llegó a jugar la promoción de ascenso a División de Honor contra el Martianez, un gigante contra el que poco pudo hacer pero el mérito fue espectacular. Pese a ello, el Club Waterpolo Turia decidió comprar la campaña pasada una plaza en la máxima categoría por los problemas económicos de otros conjuntos y Rubén aceptó el ilusionante reto, como siempre.
El equipo tenía que jugar en Castellón porque Valencia no tiene una piscina con dimensiones reglamentarias para la disputa de este deporte aunque parezca mentira y la plantilla hizo lo que pudo porque la diferencia con el resto de equipos de la competición era abismal. Los jugadores, liderados por su entrenador dieron, como siempre, la cara, desde el principio hasta el final.
El Club Waterpolo Turia resurgió de las cenizas gracias a él, las categorías inferiores del Club Waterpolo Turia han luchado por títulos nacionales gracias a él, lo mismo que la selección valenciana. Asimismo, ya ha sido llamado una vez por el combinado nacional juvenil, una potencia mundial de este deporte, para formar parte de su cuerpo técnico. El Club Waterpolo Turia debería estar siempre en deuda con él y el gorro con su número nueve debería ondear de por vida en lo más alto del pabellón de Nazaret.
Y a la conclusión del citado curso deportivo, el 2011/2012, Rubén Darío Rodríguez Romeo se llevó una noticia que jamás se esperaba, más que por el momento, por las formas. De la noche a la mañana le comunicaron su cese como máximo responsable deportivo del Club Waterpolo Turia. Un mazazo, un jarro de agua fría no, helada. No tenía prácticamente tiempo para buscarse la vida, para maniobrar y encontrar un equipo donde plasmar sus sabias ideas tácticas Lo último que se merecía era una salida tan injusta y dolorosa como la que tuvo. Pero ya se sabe que el tiempo pone a cada uno en su sitio…
Y le pusieron sobre la mesa una oferta, del extranjero, de París. Le temblaban hasta las uñas de los pies, le daba hasta miedo hablarlo con su familia, menuda locura! Pero no le tembló el pulso, se sentó con su gran amor, con su esposa Tania y decidieron embarcarse juntos en la nueva aventura. Su pasión por este deporte rebasaba fronteras y derribaba muros pero necesitaba a su familia y a su mujer no le pestañearon ni los ojos. Todos juntos se subieron al avión en busca de un mejor futuro y de lo que se ha convertido en un gran presente.
Cogió a un equipo modesto, el Noisy Le Sec, ya ha superado el mejor registro goleador de toda su historia y ha mejorado con creces los puntos de la pasada campaña. Ha pasado a ser un equipo que ha luchado por evitar el descenso a luchar codo con codo con los grandes de la máxima categoría gala. Rubén Darío Rodríguez Romeo también está dejando su sello en el país vecino y va camino de escribir su nombre con letras de oro en este deporte que tanto ama.
Rubén Darío Rodríguez Romeo, un crack de los pies a la cabeza, de los que no se arrugan y al que antes o después, será más antes que después, le llegara su oportunidad en un grande europeo y no la desaprovechará. Cumplirá su sueño aunque su sueño ya lo vive día a día con su gran pasión por este deporte y su familia.
Por Miguel Ortíz.
Licenciado en Periodismo y Comunicación por la Escuela Superior de Negocios, ESNE Valencia.
Accesit
Premio periodístico como reconocimiento a la labor periodística
que más destacó en el ámbito cultural y de la investigación de las actividades
comerciales de Valencia. Galardón otorgado por la Conselleria de Industria,
Comercio y Energía
Colaborador como cronista deportivo para el
periódico Super Deporte
Cronista deportivo para el periódico Levante-EMV
Redactor para el periódico Diario de Valencia
Redactor, locutor y productor de
Deportes de Radio Autonomía Valenciana
(Ràdio 9)